Cítrico incidente (limón)

Anécdotas de la vida real…

Ocurrió un día cualquiera, sin previo aviso, como cuando pasan las cosas que tienen que pasar.

Nos encontrábamos almorzando tranquilamente, en nuestra churrasquería preferida, en la mesa de siempre y, más o menos, a la misma hora de todos los días. El tópico elegido en esta ocasión fueron los alimentos y las dietas, que mejor era comer esto que aquello y que ante cualquier duda, lo mejor era optar siempre por las verduras. Siguiendo “en parte” estas directivas, mi esposo se sirvió un noventa por ciento de carbohidratos complejos y algunos solitarios pepinillos en vinagre. Tal vez no entendió bien las razones de peso y sobrepeso.

Todo este panorama poco alentador, me llevó a pensar en retomar con él, nuevamente, la terapia de las famosas “Charlas caseras sobre la dieta verde”. La cuestión fue que, cuando nos encontrábamos discutiendo animadamente sobre la soledad de los pepinillos en el abarrotado plato de mi cónyuge, algo captó totalmente mi atención. En la mesa de al lado se encontraba una pareja que, habiendo terminado de almorzar se disponían a retirarse del lugar. La mujer tomó su cartera y se levantó de la silla, hasta allí todo normal y corriente. La seguí con la mirada. Cuando pasó junto al buffet, como al descuido, hizo una pequeñísima pausa en el recorrido hacia la puerta de salida. La continué observando. Se detuvo y tomó con sus delicadas manitos medio limón de una bandeja, lo levantó y se lo exprimió enterito en la boca. Ante semejante y extraño rito, quedé atónita y sorprendida. Ella depositó los restos mortales del mustio limoncito en un costado del buffet y continuó su marcha tranquilamente, como si nada, hasta salir del local.

La imagen del limón exprimido en la boca se repetía continuamente en mi mente, provocando cada vez una gran descarga de electricidad que me recorría el cuerpo y sobre todo, los dientes, oh, los dientes… ¡qué horrible sensación! Era como morder constantemente una media de nylon…¡¡Baaaaaasta!!, por favor, no me torturen más…¡¡confieso todo!!, yo tuve la culpa.

¿Alguien, algún ser humano normal y racional, sabe o al menos intuye el significado de semejante rutina? Chupar un limón luego de almorzar, ¿qué gran secreto encierra ese protocolo?, ¿acaso se trata de un digestivo ecológico, una cábala, una promesa, o quizás sea una forma poco ortodoxa de vengarse de alguna mirada indiscreta?

Está bien, ya descansen, pueden estar muy tranquilos, finalmente lo consiguieron. Les aseguro que esa fue la última vez que seguí insistentemente con la mirada los movimientos de otro serlimon3 humano. Creo que Dios me dio una lección y la aprendí.

Sin embargo, de tanto en tanto, una silenciosa protesta me invade al recordar esa anómala historia, qué desconsiderada fue la mujer del limón…hasta ahora tengo electricidad en los dientes. Todo por culpa de ese absurdo y cítrico episodio. MGT/11.-


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