Bien conocido es el hecho de que, en esta hermosa región del planeta, la mandioca es un alimento cotidiano para la gran mayoría de las personas. Hay muchísimas formas de cocinarla y prepararla con excelentes y deliciosos resultados, lo cual ha llevado este producto a ser casi de primera necesidad, sin exagerar.
Como nacidos y residentes en esta zona, nos gusta comer la mandioca en sus múltiples variedades: hervida, frita, puré, croquetas, guisos, tortillas, etc. Y, por supuesto, tratamos de ser difusores de sus propiedades alimenticias.
La semana pasada estuvo visitándonos un familiar del sur de la Argentina. Deseosos de que se lleve una grata impresión, lo llevamos a recorrer diferentes lugares representativos, tanto de Encarnación como de Posadas.
Una mañana, luego de una larga caminata por la costanera posadeña, le sugerimos almorzar en un lugar que, generalmente, preparan platos regionales que difícilmente podría probarlos en Bariloche, su lugar de residencia.
Fuimos al mencionado restaurante, nos acomodamos y pedimos al mozo la carta para ver qué comidas típicas podríamos probar. Luego de repasar la larga lista, y al no hallar lo que estaba buscando, le preguntamos:
-Mozo, dígame, los ñoquis de mandioca ¿no los preparan más?
-No señor, ahora preparamos “ñoquis a la misionera”.
-Qué lástima, y ¿qué tal son estos ñoquis a la misionera?
-Muy ricos, señor, se los recomiendo…
Después de haberle dicho que nos sirviera los tan promocionados “ñoquis a la misionera”, nos dispusimos a explicarle a nuestro pariente que era una lástima que no pudiese probar los exquisitos ñoquis de mandioca y, cuando estábamos en esa tarea, escuché que el mozo gritaba, a viva voz y hacia dentro de la cocina:
-¡¡Marchen tres porciones de ñoquis de mandioca para la mesa diecisiete!!
Y la mesa 17 era la nuestra…
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