Todos los días, antes de salir de casa, nos encomendamos al Señor para que nos proteja, en las calles, rutas y caminos, de los malos conductores. Que nos mantenga a salvo de esos que dicen conocer todas las reglas pero no aplican ninguna, poniendo en peligro su propia integridad física y su vida y las de quienes convivimos con ellos en las vías de comunicación. Curiosamente, quienes no cumplen con las leyes son los primeros en quejarse de los controles, siendo que ellos son los principales causantes de que esos controles existan.
El peatón tiene más derechos que los vehículos, pero cruzando las calles en las esquinas y por la senda peatonal. El cruce debe ser recto, no en diagonal y, en todos los casos, deben observar a ambos lados antes de trasponer la calzada. No se puede creer que haya personas que esperen, poder cruzar, paradas sobre la calle y a más de un metro del cordón. Quienes circulen acompañados por criaturas no deben exponer a éstas sino protegerlas, sobre todo de los vehículos.
Las calles y veredas de las ciudades están llenas de basura. Si pretendemos que nos visiten los turistas, lo menos que podemos hacer es tratar de no ensuciar tanto los espacios públicos con envases vacíos, bolsas plásticas, cajas y cajones, entre otras cosas que dejamos tiradas. Tampoco es justo que endilguemos toda la responsabilidad a las municipalidades si nosotros no colaboramos con el mantenimiento de la limpieza.
El tránsito se torna cada día más complicado y conflictivo, sin embargo, parece que buscamos la manera de empeorarlo aún más. ¿Cómo lo hacemos? Polarizando los cristales de manera que nos reduzca la visibilidad en un porcentaje altísimo, pegando en parabrisas y lunetas adhesivos de propaganda que sólo consiguen dificultar la visión, colgando un variado surtido de objetos del espejo retrovisor interior, hablando o enviando mensajes de texto con el teléfono celular, transportando criaturas en el asiento delantero y/o mascotas sueltas. Es fundamental, y muy necesario, que podamos ver con absoluta claridad lo que ocurre a nuestro alrededor y que nada nos perturbe mientras conducimos.
¿Quién controla a los “chicos de la calle”? ¿Qué organismo se preocupa y ocupa de su integridad física, su salud y su educación? Nos hacemos estas preguntas porque cada vez hay más de ellos deambulando por las ciudades, realizando trabajos informales, mendigando y algunas cosas más, cuando en realidad deberían estar asistiendo a clases en alguna escuela, bien alimentados y vestidos. Rescatémoslos antes de que sea tarde y se inclinen por la delincuencia.
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